(“Levanta el Crucifijo y reza esta oración con
la señal de la cruz. Has esto en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu
Santo. Tú vencerás… Reza esta oración todos lo días, ya que la batalla es
enorme…”)
Oh Glorioso príncipe de la Hueste Celestial,
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y en el terrible combate que
estamos librando contra los principados y Potestades del aire, contra los
Dominadores de este mundo tenebroso, en contra de todos los Espíritus del Mal.
Ven en ayuda del hombre, a quien Dios
Todopoderoso creó inmortal, hecho en
ayuda del hombre, a quien Dios Todopoderoso creó inmortal, hecho a su imagen y
semejanza, y redimido por un gran precio, de la tiranía de Satanás.
Pelea en este día la batalla del Señor, junto con
los santos ángeles, igual que combatiste al líder de los orgullosos ángeles,
Lucifer, y a su hueste apóstata, quienes no tuvieron poder para resistirte y
tampoco hubo ya lugar para ellos en el cielo. Esa cruel serpiente antigua,
llamada el diablo o Satanás, que seduce al mundo entero, fue arrojada al abismo
junto con sus ángeles. Mira, este enemigo primitivo y asesino del hombre ha
tomado fuerza.
Transformado en un ángel de luz, anda
alrededor del mundo con una multitud de espíritus perversos, invadiendo la
tierra para borrar el nombre de Dios y de Jesucristo, apoderarse, asesinar y
arrojar a la eterna perdición de las almas destinadas a la corona de la gloria
eterna. Este malvado dragón vierte, como la inundación más impura, el veneno de
su malicia en los hombres de mente depravada y corrupto corazón; el espíritu de
mentira de impiedad, de blasfemia, y de aire pestilente de impureza, y de todo
vicio e iniquidad.
Estos astutos enemigos han llenado y
embriagado con hiel y amargura esta Iglesia, la esposa del Inmaculado Cordero,
y han puesto sus manos impías en sus más sagradas posesiones. En el Santo
Lugar, en donde la sede de San Pedro y el asiento de la verdad han sido
colocados como la luz del mundo, ellos han levantado el trono de su abominable
impiedad, con el designio inicuo de que cuando el Pastor sea herido, también
las ovejas pueden ser heridas.
Entonces levántate, oh Príncipe invencible,
dale ayuda al pueblo de Dios en contra de los ataques de los espíritus
perdidos. Dale la victoria al pueblo de Dios: Ellos te veneran como su
protector y patrón; en ti la gloriosa Iglesia se regocija con tu defensa contra
el maligno poder del infierno; a ti te ha confiado Dios las almas de los
hombres para ser establecida en bienaventuranzas celestiales.
Ora al Dios de la paz, para que ponga a
Satanás bajo nuestros píes, derrotado para que no pueda más mantener al hombre
en cautiverio y lastimar a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones a la vista del
Altísimo, para que pronto pueda encontrar misericordia a los ojos del señor; y
venciendo al dragón la antigua serpiente que es el diablo y Satanás, tú
nuevamente lo pongas cautivo en al abismo, para que no pueda ya más seducir a las
naciones.
Amén.
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